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El texto se ubica intelectualmente en dos debates históricos. El primero se refiere a la diferencia entre la economía y la sociología como instrumentos para analizar y resolver los problemas de la sociedad contemporánea. En cambio, el segundo remite a la deseabilidad del dominio político del Neoliberalismo. La tradición de la economía política clásica juntaba a la economía y sociología al compartir el concepto de la creación política de la sociedad y de la economía. A partir de 1870, con la revolución marginalista en el pensamiento económico, empezó un proceso de división entre las disciplinas que hoy sigue y que desde los años setenta del siglo XX ha crecido. La visión neoclásica marginalista explica la realidad en términos de la racionalidad individual, del cálculo, del valor y del funcionamiento del mercado que garantiza la estabilidad socioeconómica. Esta postura se separa de la visión sociológica que subraya los grupos, instituciones, normas y valores sociales. En este sentido, el estudio de la Globalización se ha transformado en una contraposición entre la explicación marginalista, en términos de cálculo individual y la sociología basada en la centralidad de las relaciones sociales. El segundo debate ocurre sobre los cambios que el Neoliberalismo ha introducido en el pensamiento neoclásico y las correspondientes implicaciones políticas. Sobre todo refiere a la manera de cómo el énfasis en la eficiencia de la competencia y la imparcialidad del funcionamiento del mercado ha sido utilizada para justificar la existencia de la concentración de la riqueza y la desigualdad social.