El proceso de civilización ha sido conceptualizado en términos de un progresivo ocultamiento y represión de la vida sexual. En la sociedad medieval las mujeres públicas constituían una corporación con derechos y deberes, igual que cualquier otra Profesión. La sociedad cortesano-absolutista condujo a un progresivo disciplinamiento de los afectos en el trato mutuo de varones y mujeres. Finalmente, la sociedad burguesa limitó las relaciones sexuales al matrimonió. La transición de los valores aristocrático-cortesanos a los valores burgueses fue gradual. En una primera fase, la clase burguesa en ascenso asimilo los usos y costumbres aristocráticos; pero, cuando se consolidó como clase dominante, se emancipó de los códigos de comportamiento cortesanos e impuso tabúes estrictos relacionados con la sexualidad.

El trabajo Sexual constituye la principal amenaza contra el puritanismo burgués. La agenda moral de la clase burguesa quedó plasmada en las convenciones internacionales de 4904 y 1910 contra la trata de blancas, y en las convenciones y protocolos de 1921, 4926, 1933, 19474 y 1949 contra la trata de mujeres y niños. Esta agenda, defensora de los principios morales burgueses, aparece plasmada en la actualidad tanto en el derecho internacional como en la legislación anti-trata de Estados Unidos, México y Centroamérica. La clave del éxito y respaldo de esta agenda; suscrita tanto por grupos conservadores y puritanos como por la izquierda, reside en que impulsa los códigos de comportamiento de la clase dominante, que es la que dirige el proceso de civilización.