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Las comunidades humanas exigen a sus miembros ciertas normas para lograr el reconocimiento interno. Instituciones como la familia, la escuela o la iglesia funcionarían, en buena medida, para imponer y resguardar dichas normas. Sin embargo, o especialmente por ello, cuando se trata del cuerpo sexual, los seres humanos mantenemos una dosis de irrealidad en tanto no nos adaptamos del todo a lo que se nos pide y a ello garantiza que, tarde o temprano, nuestra irrealidad busque modificar la norma.