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El Dios del cristianismo es uno que no puede ser tomado como medio para alcanzar otros fines. Es un Dios personal y, como toda persona, es un fin en sí mismo. Es un Dios inútil. Sin embargo, a lo largo de la historia ha sido empleado con diferentes propósitos: para explicar o justificar regularidades científicas, para fundar la convivencia política, para validar las normas que indican cómo debemos tratarnos o para alcanzar la salvación eterna. Así, el Dios cristiano ha sido presentado como diseñador del cosmos, como legislador, como moralista o como salvador. Este libro es un intento de purificar la imagen cristiana de Dios, personal e inútil, de todos estos dioses útiles para otros fines. Si el Dios cristiano es una persona que no debe ser utilizada como medio para otros fines, cada vez que como cristianos insistimos en defender posiciones científicas, políticas o morales, con base en nuestras convicciones religiosas, no sólo hacemos mala ciencia, mala política y mala ética, sino también vulneramos la obligación de ser testigos del verdadero Dios. Lo mismo sucede cuando presentamos y tratamos a Dios como un instrumento de salvación, sin comprender que Él es la salvación. Si dejamos que la compañía de Dios diluya la soledad existencial que nos atenaza, tal vez podamos percibir que tener una relación personal con Él no es un medio para salvarse, sino que en eso consiste la salvación. La salvación que produce el Dios escondido en la historia y la naturaleza humana es un fruto elusivo que sólo puede ser alcanzada cuando no es buscada.