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Ramón Kuri Sólo una cultura que rinde culto al Placer, al hombre autónomo que sólo sabe ser hombre autónomo, a la Razón técnica y nihilismo concomitante, podía en su propio ser indiferenciarse y producir una democracia enferma como la que hemos contemplado a fines del siglo XX y principios del XXI. Extasiado Occidente en la contemplación de su propia actualidad (desarrollo tecnológico y la moda), todo estaría ya hecho y pensado, ergo: bastaría encarnarse en el puro presente para obtener las respuestas más apremiantes. Ramón Kuri (Profesor-Investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla) no pretende otra cosa que destacar que el “principio” que rige los tiempos que corren, que da “derecho” a la guerra, al narcisismo, hedonismo e individualismo es el principio indiferencia. Principio que concediéndole un peso ontológico propio a la diversidad y a la diferencia, se mueve, o bien en la indiferencia, o bien en la exacerbación de las identidades culturales cuyos resultados violentos estamos viendo en varias partes del mundo. Es el reino de la confusión que, por fuerza de esta ontologización del presente, suspende la diferencia entre los dioses y los hombres, terminando en la negación del mal. Porque el nihilismo cultiva la ignorancia del mal. Así cuando el mal aparece en forma de guerra o terrorismo, el nihilismo reacciona rechazando la guerra o terrorismo, el nihilismo reacciona rechazando la guerra, porque ésta radicalmente lo cuestiona, pone en jaque su ignorancia del mal, su confort, consumismo y hedonismo. Su indiferencia pura se convierte en indiferencia práctica.