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El retorno de lo social es imperativo en el siglo XXI. El neoliberalismo es antisocial por definición, ya que invita a los actores de un Estado-nación a ver exclusivamente por su propio bienestar, como Robinson Crusoe en su isla. Su salida es la muerte de los lazos sociales, en beneficio de los individuos con mayor poder político, económico o social en los determinados sistemas políticos que siguieron este conjunto de acciones de política público. Y por otro lado, los Estados ajenos al neoliberalismo, que trataron por todos los medios de mantener el antiguo Estado de bienestar o Estado benefactor, hoy en día se cuentan con los dedos de las manos y además, están en declive sus políticas de protección social. La cohesión social de los Estados-nación está en juego, y se le trata precisamente como eso, como si fuera un juego abandonar a los individuos de la protección estatal, y lanzarlos a la libertad del mercado, sin las herramientas mínimas necesarias para luchar en una arena tremendamente llena de desigualdades y ventajas comparativas.