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Cuando el 20 de agosto de 1940 Ramón Mercader hundía el piolet en el cráneo de Trotsky quizá buscaba descubrir el cerebro, las ideas y el espíritu rebelde e incorruptible del revolucionario, se pensó que con su muerte sería destruido. Sin embargo, Trotsky, que junto a Rosa Luxemburgo se oponía a la creación de un partido centralizado –defendido por Lenin –, porque advertía el peligro de que esa organización anulase la vida interna y favorecía la dictadura de unos pocos, superaría su propia historia y al paso del tiempo su ideología cobraría más fuerza y actualidad. A setenta años del asesinato del revolucionario más importante del siglo XX, es innegable que su pensamiento sigue siendo actual, rebasando la dimensión estrictamente política e ideológica. Esta obra tiene como propósito llevar al lector por el intrincado laberinto a que se vio sumergido León Davidovich por la intensa persecución de Stalin a través de sus esbirros. Esa intensa huida tuvo un remanso cuando el presidente Lázaro Cárdenas le concedió asilo político en México, rescatándolo así de Noruega donde sin duda también le esperaba la muerte. Largo fue su penar, pero el tribunal de la Historia es implacable y sitúa a cada quien en su lugar, hoy a más de veinte años de la caída de la Unión Soviética, ¿quién reivindicaría la figura de Stalin, el sepulturero de la revolución rusa, el asesino de miles de comunistas y obreros?, no obstante, Trotsky se yergue con una enorme gallardía producto de su lúcido pensamiento, honesto siempre con sus principios. Hoy, en tiempos de autoritarismo neoliberal y de ausencia de una verdadera izquierda, donde muchos buscan construir el socialismo desde arriba, con, y desde, el aparato estatal, el pensamiento de Trotsky se hace más necesario. Este libro ayudará a conocer su vida y obra, dado que, aunque luchó incansablemente por la liberación social de los explotados y oprimidos, hasta la fecha no se ha hecho la justicia histórica debida.