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Los primeros investigadores de la sociedad salvaje se encontraron, ante su sorpresa, con una estructura social totalmente diferente de la nuestra. Encontraron un sistema tribunal y de clanes, basado sobre el parentesco materno y en el que la mujer jugaba un papel dirigente. Observaron que la sociedad salvaje tenía relaciones sociales y sexuales igualitarias, que emanaban de la producción colectiva y de la posesión comunal de la propiedad. De modo que el sistema de clan maternal, que otorgó un lugar honorable a la mujer, era también un orden colectivista en que los miembros de ambos sexos gozaban de igualdad y no sufrían opresión ni discriminación. Esto contrasta, de forma aguda, con una buena parte de la sociedad moderna, que pone en primer plano la pater familia y la supremacía del macho. Y aunque a estos investigadores les fue imposible decir hasta dónde remontaba el sistema maternal, aquí nos proponemos demostrar que data de los comienzos de la humanidad y que el matriarcado fue la primera forma necesaria de organización social porque las mujeres no sólo eran procreadoras de la vida nueva sino también las principales productoras de lo necesario para la vida. La historia de la mitad de especie humana –de la mujer –se ha ocultado considerablemente. Traerla a la luz requiere una reinvestigación de la antropología, donde el papel y las realizaciones de la mujer en la sociedad prehistórica están sepultados. Este libro es una contribución para develar esa historia notable. Conocer que la inferioridad femenina de hoy no está determinada biológicamente, que no ha sido un elemento permanente a lo largo de la historia, y que las de nuestro sexo fueron, una vez, las organizadoras y las de nuestro sexo fueron, una vez, las organizadoras y las dirigentes de la vida social, debería elevar la confianza en sí misma de las mujeres que hoy aspiran a su liberación.