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El hombre es un animal de costumbres y su hábito es destruir su ambiente. Como consecuencia de ello, la catástrofe ambiental, fruto de la guerra que desde hace milenios el hombre estableció contra la naturaleza, se acerca al punto de no-retorno. No se aprecia sencillo que los huma-nos logremos detener a tiempo a la industria ecocida, la sobrepoblación y el consumismo. Llevamos demasiados años «entretenidos» por los mass media, y decrecer es más complicado de lo que parece. No se aprecia que una humanidad perdida en la locura ecocida esté dispuesta a sacrificar sus autos, a ahorrar energía y agua, y producir sus propios alimentos. No es imposible, sin embargo, construir una humanidad acorde y respetuosa de su sí mismo entero (lo cual incluye su entorno), pero esa tarea no es de ninguna manera sencilla; implica la revisión de nuestras propias concepciones y que realicemos la complicada tarea de pensar (lo cual se hace contra sí mismo, con el otro y el mundo). ¿Lograremos hacerlo? No lo sé. Lo único inobjetable es que nuestra prevalencia en la Tierra de ello depende.