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Aunque el marxismo aparece a mediados del siglo XIX, cuando en los países avanzados de Europa se manifestaron con agudeza las contradicciones propias de la sociedad capitalista e hizo su entrada a la arena histórica su futuro sepulturero y creador de la sociedad nueva, comunista: la clase obrera, el pensamiento marxista sigue teniendo vigencia en este recién estrenado siglo XXI. La teoría marxista (más adelante convertida en marxista-leninista), representó una verdadera resolución en la historia del pensamiento humano, dando respuesta a los problemas planteados por el desarrollo de la sociedad. La originalidad de la obra de Marx y Engels se debe buscar en el campo político y no en el económico o en el filosófico. Fueron los primeros en descubrir el potencial histórico de la nueva clase que el capitalismo había originado, el proletariado moderno, una clase que podría lograr una liberación universal de todas las formas de opresión y explotación existentes. En sí, la contribución decisiva hecha por los fundadores del materialismo histórico fue la teoría de la revolución proletaria, que se vio concretada en la Revolución de Octubre (1917) en Rusia. La presente obra plantea cómo en sus escritos existe una aparente contradicción: su creencia en que bajo el capitalismo la conciencia revolucionaria del proletariado se desarrollaría de forma relativamente rectilínea, y sus afirmaciones en el sentido de que la naturaleza fetichista de las relaciones social-capitalista da lugar a formas de mixtificación ideológica, que ocultan notablemente los rasgos básicos del modo capitalista de producción. Sin embargo, aunque Marx no previó las dificultades de la transformación de la conciencia revolucionaria en una forma revolucionaria, viéndola como un proceso relativamente rectilíneo, su legado intelectual es sumamente fructífero y sigue siendo vigente en esta atmósfera neoliberal actual, que busca hacernos olvidar que ha habido grandes revoluciones.