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El estudio de las Relaciones Internacionales, si bien es fascinante por sí mismo, conlleva un peso de importancia al momento de utilizarse para tomar decisiones, ya que generalmente está vinculado no sólo un interés individual, sino también comunitario. En el caso de México, sobre todo, a partir de los ochenta, cuando empezaron los procesos de apertura al exterior, la manera de responder no sólo a los “donde”, sino también a los “que” y los “como” ha estado en las mesa de discusión. Si bien algunos consensos han sido logrados en esta área, también se han ido presentando nuevos retos que hacen imperioso el abordarlo, so pena de quedar excluidos del concierto internacional, donde cada economía busca la manera de beneficiarse de los procesos de globalización. Si bien, es de reconocer que México como nación tiene muchas áreas de oportunidad, por nuestras características productoras, como es la del sector primario, y así como nuestro mercado natural ha sido mayormente el norteamericano, la teoría sana del comercio internacional y la lógica misma de las relaciones entre naciones hace imperioso trabajar en la diversificación de mercados, máxime con las voces actuales que se levantan en algunas economías, pugnando por un proteccionismo a ultranza que deja en desventaja a quienes tienen, como en nuestro caso, su intercambio comercial enfocado principalmente en una economía. Con el presente trabajo se busca, a través de una técnica objetiva y cuantitativa dar respuesta no sólo a la pregunta sobre hacia qué economías puede diversificarse nuestro comercio internacional del sector primario, sino también sobre qué productos. Para ello, se analiza lo anterior vis a vis en un contexto de México y las economías de Singapur, Tailandia, Japón, Indonesia, Malasia, Nueva Zelanda, Filipinas, Hong Kong, Corea del Sur, China, Papúa Nueva Guinea, y Rusia, sobre la base de las ventajas comparativas reveladas.