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El perfil demográfico de la población mundial ha sufrido cambios a lo largo del tiempo, por esto en los últimos años la población longeva se ha incrementado considerablemente debido a dos factores: el aumento de la esperanza de vida y a la disminución de la tasa de fecundidad, fenómeno que permite que la proporción de personas mayores de 60 años aumente más rápido que cualquier otro grupo de edad en la mayoría de los países. Esto trae como consecuencia necesidades diversas que imponen grandes retos a los sistemas de protección social de cada país. Las necesidades de atención a la salud, alimentación y servicios de asistencia a personas adultas mayores en situación de dependencia son completamente diferentes a las necesidades de cualquier otro grupo etario. A esto se suman los grandes desafíos financieros, que confluyen dos realidades innegables: la primera es que se trata de otorgar servicios y prestaciones con un alto costo por las características que tienen, por ejemplo, en materia de salud, hablamos de enfermedades crónico degenerativas, y la segunda consiste en que los recipiendarios o necesitados de los servicios son sujetos que ya no aportarán financieramente de forma directa al sistema de seguro social y a menudo no reunieron los requisitos para ser beneficiarios de las prestaciones, lo cual les coloca ante las opciones de las prestaciones asistencialistas o la ayuda solidaria de la beneficencia.