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Se llega a ser discípulo y se permanece siéndolo para evitarse el riesgo de pensar y hablar por propia cuenta, para ahorrarse el peligro de la locura. Pero las relaciones mantenidas por Freud y aquellos que le siguieron revelan que la posición de discípulo es temible por lo mismo que parece estar protegida. Las relaciones de fuerza que ligan al maestro y sus discípulos son portadoras de violencia, muerte y extravío, como se muestra en el presente trabajo al analizar las complejas relaciones de Freud con Jung, Abraham, Tausk, Groddeck y Ferenczi, y el caso más cercano de Lacan y sus discípulos. Mientras que la disolución de la transferencia es una de las principales tareas de la cura psicoanalítica, la relación maestro-discípulo se sostiene por el mantenimiento de la transferencia, que se traslada, en una circulación ininterrumpida, del maestro a la teoría y de ésta a la institución fundada por él. De ahí la existencia entre los protagonistas de un temor y una busca incesante del plagio, del robo de ideas, de la influencia oculta, que les sitúa al borde tanto de la psicosis como de la religión. En este contexto, la teoría psicoanalítica aparece como una vacilación entre el delirio y la ciencia, entre la proyección y el discurso válido universalmente. Por último, se realiza una aproximación teórica a la psicosis que ilumina distintos aspectos de lo tratado en los capítulos anteriores. François Roustang, psicoanalista de la escuela lacaniana, ha sido uno de los dirigentes del grupo de heterodoxos que provocaron recientemente la disolución de la Escuela Freudiana de París, que publicaba la Revista Francesa de Psicoanálisis, crisis precipitada por el propio Lacan para alejar a los herejes y asegurar su sucesión dentro de la ortodoxia.