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Ante la crisis institucional actual, los autores sostienen que, como se afirmó desde la cultura griega, lo ideal es que los gobernadores sean filósofos y los filósofos gobernante, de igual manera consideran que el juez de este tercer milenio debe poseer sapiencia, identificada en principio ésta con la reflexión epistémica y la elevada ética tanto personal como institucional, pues es tal su responsabilidad ante ciudadanos y sociedad que no basta el conocimiento y dominio del derecho sustantivo y adjetivo, sino que en su persona requiere integrar diversas cualidades, valores, actitudes, y virtudes, combatiendo la parte oscura o negativa como es la soberanía, ignorancia, imprudencia, corrupción y burocracia, que el juzgador debe evita y rechazar, pues es con la calidad de sus resoluciones como se legitima diariamente, en síntesis requiere mucho más que conocimientos: saberes y conductas sapienciales.