Hay que secar la entraña. Sacar lo de adentro hacia fuera. Ver el sentimiento pudriéndose y grita lo que se piensa. Sacar lo que se trae cargando y si no haya nada, llenar el alma de incertidumbre…nos dice Sergio García en este nuevo libro de poesía, ese lenguaje a veces tan complejo del ser humano, utilizando para decir lo que se siente o describir el medio que nos rodea. En Animales impuros el autor acude a Rimbaud para llevarnos a una temporada en el infierno o a Bukowski para darnos una radiografía urbana, nos muestra a un ángel cayendo con sus alas blancas y su inocencia (testimonio de que alguna vez existieron ángeles en la historia de la maldad), a un lobo hambriento que sale a cazar y regresa a tiempo a casa para enfrentarse al amor y a la muerte, etc... Esta es una obra llena de metáforas, es un diálogo de palabras entre aromas y sabores, carne y deseo, un cuerpo que mira sin poder ver lo que ve, todo como muestra de un animal humano demasiado humano, porque, a decir del poeta, el hombre no es otra cosa que un triste animal que goza no pudiendo ser otra cosa. Animales impuros es una digna muestra de poesía urbana, surgida de una ciudad llena de melancolía, como todas las ciudades modernas, que añora un pasado que era mejor y ahora, antes ese tiempo que ya no ha de volver pero no acabamos de olvidar, el poeta construye sueños con los ojos cerrados. Es un conjunto de poesías dadas a los seres que esperan como el pordiosero que recibe ropa llena de recuerdos raídos que envuelven los hilachos del corazón, son palabras que salen de la mirada, como un Pegaso azul que se estrella en el aire creando una nueva luz para no silenciar la voz y despertar en el lector la fantasía.