En Cuando salí de Chiapas se percibe, por principio, el color oro de las tardes de provincia, junto a un aroma de apacible buen humor que hace saltar la anécdota que adormece en sus entrañas la nostalgia surgida al dejar la tierra amada de los padres, los caminos recorridos que a fuerza de andarlos se quedaron dentro, en ese impreciso lugar en donde moran los recuerdos. Se forma así un mosaico de hechos y situaciones de los que el libro da cuenta: el ambiente percibido en la ciudad de opulenta traza colonial y con familias de rancio abolengo, de la cual se sale con rumbo a la Ciudad de México, la vida en otras ciudades chiapanecas, la religión que, en pequeños grupos étnicos, aún linda con el paganismo, los usos y costumbres en los bailes, la trascendencia que cobra la feria como espacio de realización y drama. Son historias, en las que desenvuelven su existencia una galería de personajes del sureste del país, que invitan al lector a penetrar en ese mundo a veces trágicos, místico y poético, o cruel en otros momentos, pero donde, en todo caso, anima la hábil recreación ambiental que consigue provocar una rara inquietud, más por lo que se sugiere que por lo narrado. En este relato hay evocación y un lenguaje, que surge del poema que en sí son las noches lunadas chiapanecas, las cascadas, sus lagunas de colores, donde fluyen las palabras con la espontaneidad de una voluntad de estilo sencillo y trasparente, pero que nunca es ajeno a una apreciación detenida y profunda de la realidad. El Chiapas eterno y contemporáneo ha sido inspiración de poetas, etnólogos y narradores de gran valía como Jaime Sabines, Ricardo Pozas, Francisco rojas González, Rosario Castellanos, Eraclio Zepeda. Heredero de estas voces es, sin duda, el autor de Cuando salí de Chiapas. Los cuentos aquí reunidos, dan testimonio de ello.